miércoles, 16 de junio de 2010

DESIGUALDAD A LA MEXICANA

¿Quién no ha sentido impotencia ante las instituciones, públicas y privadas, del país?

Tengo años pagando entre 100 y 200 pesos al bimestre por el agua, me acaba de llegar un recibo por 950 pesos de la nada. Después de muchas llamadas e incontables minutos en espera; lo debo de arreglar en alguna de las oficinas del Sistema de Aguas, cuyas colas son envidiables (para los que hacemos teatro) y su arrogancia de una altísima autoestima

Hace un par de meses me llegó una multa de exceso de velocidad con foto y todo. Intenté pagar en el banco, pero la línea de captura estaba mal, “llame usted a Locatel”, lo hice, pero debía ir directamente a Tesorería, fui, pero la nueva línea (de captura) la obtendría en las oficinas de la SETRAVI, no era ahí, de regreso a Tesorería, en fin… Parecía que les estaba haciendo un favor al intentar pagar mi multa, la pagué y creo que gasté más en estacionamientos durante el peregrinaje… ¿cuántas quieren como esta? Pelear las devoluciones de impuestos, a las que como persona física tengo derecho, que debo tramitar a través de un contador al que tengo que contratar. Rastrear un automóvil al que presumiblemente se lo llevó la grúa, por estacionarlo junto a muchos otros en una zona mal señalizada, o intentar cambiar el nombre del contrato de la luz, sea en Luz y Fuerza o en la CFE, y los privados no se quedan atrás, si han tenido que llamar a Cablevisión por alguna falla técnica o cambio de domicilio saben a lo que me refiero, o simplemente esperar tu turno en cualquier consultorio médico o dental... en fin. Son innumerables las veces que tenido el oscuro deseo de irrumpir violentamente en algún inmueble, y exigir el ser atendido como se merece. Vamos, he llegado a alucinar, durante el ocio de la espera, que lo hago. Que llego a las oficinas “X” y después de armar un verdadero alboroto, exijo que se solucione mi problema, el cual considero totalmente lícito y razonable, ¿qué me lo ha impedido? Básicamente el miedo, a las consecuencias legales de mis actos impulsivos, por no cumplir con las formas y procedimientos.

Pero ahora sé qué tengo que hacer, afiliarme a la CNTE (Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación). Cobijarme bajo el manto del supuesto sindicalismo impune, corrupto e inepto. Así logaré dar rienda suelta a mis instintos violetos en la más absoluta impunidad, liberar mis frustraciones contra las instituciones; contra el símbolo de la institucionalidad, un portón construido en 1731, con la certeza de que no va a pasarme nada.

México es definitivamente valuarte de la desigualdad, siempre lo ha sido. Hay dos clases de ciudadanos, los que pueden romper impunemente las leyes y los que no. Yo pertenezco a estos últimos, y afortunadamente no somos iguales.

2 comentarios:

  1. Efectivamente las filas son interminables y nuestra ancestral manía por el protocolo y de "no ofender" ayudan a perpetuar este abuso y división de clases: el que está detrás del mostrador y el que hace fila y suplica atención. Pero no, no es necesario afiliarse a alguna entidad, simplemente hacer eco de esa elevada "autiestima" y darles una cucharadita de su propio chocolate... te sorprenderá la respuesta.

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  2. "del Sistema de Aguas, cuyas colas son envidiables (para los que hacemos teatro)"
    Los trámites burocráticos son atendidos por analfabetas funsionales.
    Y la diferencia entre ciudadanos sigue la siguiente falasia: "Como yo he sido oprimido, ahora puedo violar la ley"

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