Esta foto apareció en la portada de MILENIO Diario el domingo 18 de octubre del presente. Refiere la noticia del enfrentamiento que sostuvieron grupos adversarios de narcotraficantes en Río de Janeiro por aquellos días, poco después de que a esa bella y desbocada ciudad le fuera otorgada la sede de los Juegos Olímpicos del 2016.

Bien podría ser el cartel publicitario de una película de acción; al fondo un vehículo se incendia fuera de toda proporción, dos autobuses parecen esperar su turno. Y como en otro plano de realidad, una chica que emana coquetería nos regala una mirada cómplice. El ademán de indiferencia que nos brinda con la pierna derecha extendida al frente, la mano izquierda en el mentón y la cara de “yo no fui” no pueden ser más que un deleite.
Para efectos de nuestra película, podríamos pensar que es ella la perpetradora del voraz incendio, la pirómana que ha cumplido su misión y que concluida la tarea trata de pasar totalmente desapercibida. No nos daríamos cuenta si no fuera por su compleja mirada y la cajita de cerillos que parece asomarse desde el bolsillo trasero de los ajustados pantalones, como que no quiere la cosa. Esta chica, tal vez sea la enviada especial de algún país latinoamericano celoso, que tuvo el futuro y el liderazgo de la región en sus manos y se le escurrió como agua entre los dedos, algún país que no ha logrado concretar las reformas estructurales necesarias para despegar, que de ser exportador petrolero se ha convertido en importador de gasolinas, que no logra crecer más allá del 3% anual (en los buenos tiempos) cuando Brasil simplemente lo duplica, donde cada vez más y más millones de personas se suman a las filas de la miseria, mientras que recientemente 20 millones de brasileños han sido rescatados de la pobreza extrema. Un país dominado por los monopolios empresariales, estatales, sindicalistas y partidistas. Que habiendo superado más o menos rápido la crisis financiera de 1994/95 ha tenido un pésimo desempeño en la actual. Un país que de ser ejemplo se ha reducido a mero espectador, y no participa del liderazgo brasileño en comercio, reformas y hasta medioambiente. Lula da Silva se ha ganado un lugar junto al presidente norteamericano en cada foto protocolaria de las cumbres, mientras que este país, ficticio, se va desplazando más y más a la orilla. Suena lógico tratar de sabotear la fiesta de la celebración olímpica, y más cuando Brasil será sede de la Copa Mundial de Futbol y de los Juegos Olímpicos en un lapso de dos años, como en los mejores tiempos de ese país de ficción al que nos referimos. En fin, esto es solamente un supuesto, en caso de que se tratara de la campaña publicitaria de una película. Pero en realidad se trata de una mujer carioca viendo al objetivo de Ricardo Moraes (quien fotografió para Reuters).
Pero si nos fijamos bien, podemos ver cómo de los postes de luz salen marañas de cables hacia todos lados, las calles de Río tapizadas de caóticos cables; como las nuestras. Al menos en eso nos seguimos pareciendo. Bueno casi... porque el semáforo brasileiro está en verde.
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