domingo, 27 de diciembre de 2009

oxímoron.

(Del gr. ὀξύμωρον).

1. m. Ret. Combinación en una misma estructura sintáctica de dos palabras o expresiones de significado opuesto, que originan un nuevo sentido; p. ej., un silencio atronador.

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Fue difícil escoger el tema, una vez definido… ¿cuál foto?... Aquí vemos a un golfista negro -casi un oxímoron (sea lo que sea que signifique esto, no suena nada bien)- en el momento en que falló, por lo que se puede ver, un golpe vital. Un mal golpe que le ha hecho perder el juego, o el torneo, o la serie de torneos, o los patrocinios, o la mitad de su fortuna o más allá todavía. Se puede adivinar que aparentemente todo iba viento en popa en el juego y en la vida, por eso el fallo es tan estrepitoso. Indudablemente el tipo tendría una vida de ensueño, seguramente una mujer divina, muy probablemente de la raza de de los que sí juegan al golf. Si tiene hijos, habrían de ser preciosos, de esos que toman lo mejor de cada padre.

Seguramente después de este mal golpe el tipo discutirá con la divina mujer, él saldrá de casa como pueda y ella lo perseguirá con un palo de esos con los que juega. Seguramente estrellará su auto de lujo, su vida de lujo. Y todos sus malos golpes saldrán a relucir. Él que era tan bueno, los había engañado a todos, era como todos. Así que ahora dejará de jugar, un tiempo, y se disculpará por sus trasgresiones (“¡¡Ahhh!! Eran muchas”, señalará el flamígero dedo), perderá millones y será un ángel caído. Claro, se había mareado con el dinero, todo era tan perfecto que necesitaba verdadera acción, no soportó el peso de la fama, nadie puede ser así en la realidad, es más fácil llegar que mantenerse, el golfista es un golfo, demasiada testosterona tigre y una larga lista de etcéteras que harán leña del ángel (árbol) caído. Y para perder así, hay que tener mucho que perder. Hasta los márgenes de la foto de REUTERS parecen oprimirlo.



Lo más curioso es que esta historia daría la vuelta al mundo, especialmente el cibernético. Pero aquí en nuestro México lindo y querido, simplemente no tendría ninguna trascendencia. Qué nos importa que un improbable triunfador falle o, en realidad, que una figura pública no sea quien dice ser, eso aquí es pan de todos los días. Nuestra moral, a diferencia de la protestante, es mucho más benevolente y permisiva, aquí nomás te confiesas, y en secreto, y ya está; no pasó nada y hasta lo puedes volver a hacer. Allá te tienes que cuidar y si quieres ser super héroe de verdad o de ficción, debes pagar un precio. Si te llamas Batman, no serás reconocido. Si te llamas Superman, no serás reconocido y tendrás fama de tarado en tu vida normal. Si te llamas Jack y te apellidas Bauer, no serás reconocido y tu vida personal será un desastre, y otra larga lista de etcéteras. En cambio aquí nuestro héroe nacional por excelencia, Santo el Enmascarado de Plata, vence al mal y en sus ratos libres se pasea con una o hasta con dos muchachonas diferentes en cada película y nadie se la arma de tos, asiste al cabaret y recibe un aplauso de reconocimiento a su llegada. Aquí abiertamente les cantamos corridos a los mayores narcotraficantes, trabajo es trabajo pues (La Paca dixit). Nuestros deportistas, mientras más borrachos, parranderos y jugadores, mejor (¿el Cuauh?). Y ni hablar del emérito Juanito. Hombre, ¿el Tigre jugará mal de ahora en adelante? ¡Pues no lo creo! Pero no le hubieran caído esos contratos publicitarios millonarios si no fuera ejemplar, y ahora da mal ejemplo.

Por ahí he escuchado decir “Nos hubieran conquistado los ingleses”. Y sí, la historia sería otra, el país sería otro, y nosotros no seríamos nosotros, o al menos no con sangre indígena nativa, nos hubieran exterminado a todos. En fin; año nuevo, vida nueva.

domingo, 29 de noviembre de 2009

EL SABOTAJE

Esta foto apareció en la portada de MILENIO Diario el domingo 18 de octubre del presente. Refiere la noticia del enfrentamiento que sostuvieron grupos adversarios de narcotraficantes en Río de Janeiro por aquellos días, poco después de que a esa bella y desbocada ciudad le fuera otorgada la sede de los Juegos Olímpicos del 2016.


Bien podría ser el cartel publicitario de una película de acción; al fondo un vehículo se incendia fuera de toda proporción, dos autobuses parecen esperar su turno. Y como en otro plano de realidad, una chica que emana coquetería nos regala una mirada cómplice. El ademán de indiferencia que nos brinda con la pierna derecha extendida al frente, la mano izquierda en el mentón y la cara de “yo no fui” no pueden ser más que un deleite.


Para efectos de nuestra película, podríamos pensar que es ella la perpetradora del voraz incendio, la pirómana que ha cumplido su misión y que concluida la tarea trata de pasar totalmente desapercibida. No nos daríamos cuenta si no fuera por su compleja mirada y la cajita de cerillos que parece asomarse desde el bolsillo trasero de los ajustados pantalones, como que no quiere la cosa. Esta chica, tal vez sea la enviada especial de algún país latinoamericano celoso, que tuvo el futuro y el liderazgo de la región en sus manos y se le escurrió como agua entre los dedos, algún país que no ha logrado concretar las reformas estructurales necesarias para despegar, que de ser exportador petrolero se ha convertido en importador de gasolinas, que no logra crecer más allá del 3% anual (en los buenos tiempos) cuando Brasil simplemente lo duplica, donde cada vez más y más millones de personas se suman a las filas de la miseria, mientras que recientemente 20 millones de brasileños han sido rescatados de la pobreza extrema. Un país dominado por los monopolios empresariales, estatales, sindicalistas y partidistas. Que habiendo superado más o menos rápido la crisis financiera de 1994/95 ha tenido un pésimo desempeño en la actual. Un país que de ser ejemplo se ha reducido a mero espectador, y no participa del liderazgo brasileño en comercio, reformas y hasta medioambiente. Lula da Silva se ha ganado un lugar junto al presidente norteamericano en cada foto protocolaria de las cumbres, mientras que este país, ficticio, se va desplazando más y más a la orilla. Suena lógico tratar de sabotear la fiesta de la celebración olímpica, y más cuando Brasil será sede de la Copa Mundial de Futbol y de los Juegos Olímpicos en un lapso de dos años, como en los mejores tiempos de ese país de ficción al que nos referimos. En fin, esto es solamente un supuesto, en caso de que se tratara de la campaña publicitaria de una película. Pero en realidad se trata de una mujer carioca viendo al objetivo de Ricardo Moraes (quien fotografió para Reuters).


Pero si nos fijamos bien, podemos ver cómo de los postes de luz salen marañas de cables hacia todos lados, las calles de Río tapizadas de caóticos cables; como las nuestras. Al menos en eso nos seguimos pareciendo. Bueno casi... porque el semáforo brasileiro está en verde.

sábado, 21 de noviembre de 2009

LA FILA

Esta fotografía me la encontré hoy sábado en el diario El País, en un artículo titulado “El Gobierno de México, obligado a responder por la muertas de Juárez” y el pie de foto se lee “Familiares reunidos tras la muerte de una niña en Ciudad Juárez, en mayo de 2005. / EFE”.

Pero vamos a observar bien esta fotografía, cuya composición pictórica es impecable (para aumentar hacer click en la foto). Seis protagonistas: un muchacho completamente lánguido, que abraza sin fuerza el pequeño cartel de una niña de rasgos humildes por quien se ofrece una recompensa. El único varón de la escena y no podemos verle el rostro, pero toda su expresión es de derrota y desasosiego, sin la mínima esperanza de verse en la necesidad de juntar el dinero para la recompensa. Casi podemos adivinar los ojos secos y rojos, ya sin lágrimas. A su derecha una chica, quizá saliendo de la adolescencia, bien arreglada, atractiva y fuerte, conecta con la mirada al improvisado altar, la medalla que pende de su cuello conecta con la veladora de Nuestra Señora de Guadalupe; esta joven mujer sirve de sostén y consuelo a una adolescente menor, le acaricia la oreja tratando de protegerla, de impedir la entrada a un dolor mayor. Sí, el dolor puede entrar por los oídos y por cualquier otro orificio en el cuerpo de estas niñas, una tortura, una cruel violación con la saña que caracteriza a los más desalmados. La tercera de la fila, casi tan derrotada como el muchacho, con apenas fuerza para sostenerse en su propia rodilla. Los tres arrodillados ante flores, velas y veladoras que sólo iluminan tristeza, ¿para qué rezar? Detrás, una chiquilla custodiada por una robusta mujer, enmarcada entre dos carteles, observa detenidamente la fotografía de la niña (la de la recompensa, la que no está, la primera en esta fila siniestra); quizá se imagina ella misma en un cartelito como ese en un futuro próximo, o no se quiere imaginar y por eso se esconde, para que no la reconozcan, para no ser un rostro a perseguir. La quinta de la fila, la más pequeña, una linda niñita aún con esperanza en la cara, sin saber bien a bien qué pasará, mira de frente a alguien, quizá al portero que la recibirá, la lleva una famélica mano resignada, seguramente una mano desempleada y callosa. Una a una, estas niñas irán pasando por un portón del que ya no volverán.

Cinco caras infantiles, una vela encendida por cada niña viva, velas que irremediablemente se extinguirán. Cinco niñas en una fila que no tiene escapatoria, ante la presencia impasible de cuerpos sin rostros, de convidados de piedra, de espectadores que poco a poco se van, indiferentes; arriba a la derecha un espectador se desvanece con cartelito en mano como si fuera un folleto cualquiera.


La nota del reportaje dice que la Corte Interamericana de Derechos Humanos condena al Estado Mexicano como responsable por la muerte de 3 jóvenes; el Estado Mexicano tendrá que pagar por su falta de diligencia en la investigación de más de 400 mujeres muertas. Estado Mexicano, así, con nombre y apellido, pero por más que investigo no encuentro a ningún funcionario que responda a ese nombre, Estado Mexicano. Un culpable sin rostro, un convidado de piedra.